miércoles, 26 de noviembre de 2008

¡Hola Olga!

Tic, tac. Tic, tac, y ya se acercaban las nueve de la noche.
Desde hace años tenian un sueño, uno cotidiano pero grande y no fue hasta hace 9 meses atrás que consiguió dar alojo en su vientre a todas sus esperanzas.

William solo desaba que naciera bien, que tuviera sus ojos y Laura anhelaba una niña.
La tension se apodero de la sala de espera. Unos lloraban, otros caminaban sin brujula, como abriendo caminos entre la selva, llenando todo el pasillo.

-Enfermera, ¿sabe algo? – preguntaban los familiares con caras chorreadas de ansiedad cada vez que alguien salia del cuarto de cirugias.

No existia café ni invension similar que calmara el voraz apetito noticioso que hacia que se comieran las uñas hasta sacarse sangre.

El corredor estaba mas denso que la neblina de aquellos dias de noviembre, dominados por un frio iberico.

Una enfermera alta, con voz de poema y vestida de verde se acercó ye interrogó los nerviosos parientes -¿Quién es el padre? – preguntó, y William respondió agitado con voz entre cortada y su clasico e inoportuno sentido del humor – Soy yo, pero si se trata de pagar la deuda es él – y señaló a su suegro mientras reian todos un poco.

Luego la enfermera acentuó – ¡Felicidades! Tiene una niña sana y hermosa. En ese momento de las oaguas del pacífico eran tan cudalosas como el torrente de lagrimas que llenó el espacio.
Unos minutos despues hizo entrada, junto a su exhausta madre; Era blanca como las sabanas de la cama de un rey; Las dos esmeraldas entreabiertas en su rostro le regalaron su primer vistazo al mundo, reducido a unos pocos centimetros y la cara sonriente de ´´papá´´

El doctor se acercó a la escena y preguntó si la ´´princesita´´ ya tenia nombre y los padres respondieron a coro, mirando a su bebita, sin basilar: ¡HOLA OLGA!

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